El 1 de enero de 2004 era el 45 Aniversario de La Revolución cubana y yo estuve allí.
Nos habían dicho que probablemente Fidel diera un discurso de los suyos, de los de 6 horas, y pensé que en 6 horas de discurso sacaría alguna foto decente. El malecón entero estaba tomado por la gente, gente entusiasmada con lo que se avecinaba, gente nerviosa que agitaba miles de banderitas cubanas con frenesí caribeño, gente dispuesta a pasar todo el tiempo que fuera necesario para venerar al viejo dictador, gente que dejó de trabajar y de ir a clase para cubrir todo el Malecón de los colores blanco, azul y rojo.
Todo pintaba muy bien, pero según me iba adentrando entre la multitud, pude comprobar que las cosas no eran como parecían. Lo que yo había creído que era gente entusiasmada, era gente con gestos de inercia, de rutina revolucionaria. Lo que me pareció frenesí caribeño, era hartazgo insular. Y donde creí ver gente que había dejado de trabajar y de ir a clase se convirtió solo en lo segundo, eran todo niños, menores que habían desalojado de las escuelas públicas para atrezzar el paseo marítimo.
Se trataba todo de una gran mascarada, miles y miles de niños a las tres de la tarde tostándose al sol, esperando no se sabe muy bien qué. Yo preguntaba a los pocos adultos que se encontraban camuflados entre la muchachada y nadie sabía nada. “Puede que venga Fidel”, ” puede que venga Raúl”, “no sé muy bien quién va a venir” era toda la información que me podían facilitar.
De repente por megafonía se anuncia que la “Gran caravana de La Revolución” se aproxima. Los niños se ponen de pié y las banderitas se revolucionan. Yo me preparo para no sé muy bien qué.
Ruido de camiones que vienen desde el paseo de Martí (o Prado), estoy nervioso, excitado por mi cita con la Historia. De repente tres camiones doblan la esquina del comienzo del Malecón. Van a unos 60 Km/hora, demasiadas revoluciones para la caravana de La Revolución, pienso. ¿Vendrá Fidel en uno de ellos?, debo estar atento y rápido con el gatillo.
Tres camiones con más niños con banderas es todo lo que acierto a ver. Pasan por delante como una exhalación, solo me da tiempo a hacer tres disparos, uno de ellos es la foto que podéis ver aquí. ¿Y ahora qué?, ahora nada, los miles de niños desalojan el Malecón en menos de diez minutos, y yo decido irme a tomar un mojito.
El 1 de enero de 2004 era el 45 Aniversario de La Revolución cubana y yo estuve allí. ¡Qué gran aventura!
Esta es la historia de la primera sociografía, pero cada una de las siguientes tiene la suya propia, si alguien tiene curiosidad que no dude en escribirme o comentar.
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